martes, 25 de septiembre de 2012

Canonización Tarrés, denegada

Anna Tarrés, ex seleccionadora de natación sincronizada, manejó con maestría las teclas de los medios de comunicación, forjándose una magnífica imagen pública - hasta yo la hubiese contratado para anunciar compresas-. Por eso, cuando NO LA RENOVARON (lo recalco porque aquí nadie ha despedido a nadie), contaba con una hermosa agenda de periodistas fieles a los que llamar la misma tarde de autos contando su lacrimógena versión, la de víctima de una injusticia: "Mi único pecado ha sido pedir más recursos". Ríos de tinta y varias semanas después nos enteramos de la otra parte de la historia y resulta que no era ni tan santa ni tan víctima.

Por mi experiencia personal (tuve la 'suerte' de entrevistarla en abril) sabía que era una diva con un ego que no cabía por las puertas, le carcomía una envidia patológica hacia los éxitos del equipo ruso. Por eso siempre escuchábamos aquellas justificaciones mediopensionistas estilo: los jueces nos tienen manía, nuestra es la victoria moral, representamos la vanguardia creativa, nos llevamos la medalla de los valores, etc, Filosofía barata, que diría Mourinho, pero que muchos medios y aficionados españoles asumieron no sólo como cierta, sino como propia. La historia pone a cada uno en su sitio. Anna Tarrés fue una magnífica entrenadora de natación sincronizada y también una gran hija de puta. Tanta paz lleve como descanso deja.