sábado, 26 de septiembre de 2009

¿Por qué pagar?

Aunque admitiré que, puestos a pagar, prefiero la versión impresa. Me permite leer en la cama y en el metro; satisface ese indescriptible y trasnochado capricho que es la posesión física. Así de tradicional soy. Pero, si no existiese versión impresa de The Economist, pagaría por una suscripción online. Algo que no haría con ningún medio digital español. ¿Por qué?

Los medios digitales españoles son rápidos, editorializan con los titulares de portada y cuidan el envoltorio visual. Son ricos en cantidad de información... pero muy pobres en calidad. Hay excepciones, claro. Están los blogs de Salaner y Santiago González, los reportajes de Fran Villalobos, las columnas de Santi Siguero o las charlas semanales con Enric González. Por poner algunos ejemplos. No cuento los contenidos volcados a cuentagotas de las versiones impresas que, por otra parte, tampoco son la panacea.

El precio de producción

Pero el 90% del flujo de información son teletipos homogéneos, rumores de barra de bar en confidenciales y crónicas de becarios hechas por la tele. Cuando hay 100 diarios online que ofrecen basicamente lo mismo, ¿quién querría pagar?

En la otra esquina del cuadrilátero está The Economist, con una línea editorial ponderada, temas relevantes y fuentes contrastadas. En The Economist leo reportajes que no encontraría en ningún otro medio del mundo. Es decir, periodismo.

Esa información de calidad tiene un precio de producción superior. El de mantener 21 delegaciones y decenas de corresponsalías a lo largo del mundo. Porque, en contra de lo que piensan los grupos editoriales españoles, el periodismo cuesta dinero. Exiguas plantillas de becarios y mileuristas conforman fábricas de teletipos. El perodismo es otra cosa.

¿Cómo sustentar el periodismo de calidad online?

La galopante crisis actual de publicidad condiciona la rentabilidad del periodismo digital gratuito. Hay menos demanda de publicidad y los precios de los espacios caen. Tampoco ayuda la justificada pérdida de fe hacia los formatos clásicos de la publicidad online (banner). Su efectividad es relativa. La publicidad digital necesita nuevos formatos para justificarse, para generar impactos de calidad que aprovechen su enorme tráfico y así reflotar las tarifas.

Por una mera cuestión de supervivencia, esa fórmula seguro llegará. Pero, mientras tanto, ¿qué? ¿Cómo capeamos la crisis? Con lectores emigrando a la gratuidad digital no alcanza para mantener 21 delegaciones.

Sin embargo, hay un gran pero a cobrar. Los anunciantes huirán de los medios digitales que pasen a ser de pago. Así que, lo que ganas por un lado lo pierdes por otro. Pero no en todos los casos. Dependerá de lo que ofrezcas.

Imagínese The Economist.com, que en 6 meses pasará a cobrar sus contenidos online. ¿Qué ofrece al anunciante? Pongamos, tirando por lo bajo, que se abonarán unos 50.000 lectores a lo largo y ancho del mundo. Cierto que son 20 veces menos que los actuales. Pero son 50.000 lectores fieles, de un elevado tiempo de estancia por visita (es lo que tiene el leer). Un target de clase económico-cultural alta, registrado y segmentado. Canela en rama para cualquier anunciante.

The Economist es una excepción, claro. Y es que, en estos tiempos, apostar por el periodismo de calidad es una excepción.

Posdata. Álvaro, no hay que cruzificar a ELPAÍS porque, en tiempos del cretácico online, provó fortuna con los contenidos de pago. De hecho, tanto han cambiado las tornas, que hoy es la única gran cabecera española con su versión impresa disponible gratis por internet. De lo que no pueden presumir, por ejemplo, El Mundo, Abc, La Vanguardia o Marca.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El precio del Fútbol

Recurriendo al tópico, los domingos por la tarde el fútbol exige escoger entre amigos y parienta. Zapatero, tras muchos domingos en casa, ha escogido amigos: Jaume Roures, LaSexta, Mediapro... Y su esposa (Prisa), mal acostumbrada ella, le ha puesto las maletas en la puerta.

Como consecuencia, después de 5 años y medio de idilio, El País rompe con Zapatero, a quien siempre defendió como esposa fiel, así en la salud como en la enfermedad. Pero con el fútbol fuimos a topar...
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Los derechos del fútbol han producido durante años pérdidas millonarias a Sogecable (hijo consentido del Grupo Prisa), siendo la causa principal (ni mucho menos la única) del actual ocaso de su emporio de comunicación.
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Sin embargo, pese a esa falta de rentabilidad por el fracaso del formato payperview, el fútbol ha sido el faro de D+, la justificación implicita de la mayoría de sus abonados. Perder la Guerra del Fútbol, la exclusividad, significa la sentencia del ya de por sí moribundo Sogecable.
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Prisa ha perdido una partida con mucho dinero sobre el tapete y su venganza llega por vía de su rotativo de cabecera. Por coherencia hacia sus lectores, El País no se puede permitir un giro brusco en su línea editorial. Pero la sutilidad de la palabra permite cierto margen al berrinche. No es el qué, sino el dónde. Pasen y vean...

> Comenzó con un acalorado artículo de opinión de JL Cebrían tipo arranque de celos el día siguiente a la aprobación express de la TDT de pago (14 de agosto). Ya entonces se leyeron piropos del tipo: rancio clientelismo, irresponsable, ridículo o autoritario. Pero la crítica se refirió a rencillas comerciales; asuntos de alcoba y bajos vuelos de nula repercusión en el electorado.

> El 6 de septiembre, domingo, día de la semana de mayor tirada (vamos, con premeditación y alevosía), El País recurrió al armamento pesado, sacando a portada un análisis de la gestión de la crisis que llamó "A la deriva". Cuatro páginas para deshuesar la política económica del Gobierno bajo el clarificador titular "Donde dije digo... digo impuesto".
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> El 16 de septiembre el crochét impactó de lleno el maxilar. El País, en una licencia con escasos precedentes, sacó su editorial a portada. En el texto, titulado "En la pendiente, capítulo I", se repasa la gestión del Ejecutivo en términos del tipo: imprevisión, ligereza, confusión, titubeos o contradicciones. Imagínense el segundo capítulo, como para perdérselo.

Lo triste del asunto es que a El País (que, pese a los pesares, sigue siendo la mejor propuesta periodística diaria en España) le salga la vena crítica y honesta solo cuando a su grupo le tocan el fútbol, véase el dinero.

viernes, 4 de septiembre de 2009

El repunte de La Gripe

Cinco meses escuchando: "El problema es la falta de información". ¡Mentira! Lo que asusta es la dupla sobreinformación - desinformación. La Gripe A no es más pandemia que el Sida, la Malaria o la Hepatitis. No. En realidad lo es bastante menos, rezan los números. Pero es nueva (bueno, van 5 meses...), así que sus muertos aún son más o menos noticia.

Para adecentar demasiadas portadas, las aburridas y desorientadas redacciones veraniegas (algunas más que otras: El Mundo...) han reavivado informativamente la Gripe con la percha de la vuelta al cole.

Una chispa tan débil no hubiese prendido en cualquier mecha. Pero topó con material inflamable. ¿Qué colectivo representa en nuestra sociedad la esencia de la histeria y la paranoia? Las asociaciones de padres de alumnos, APA's. Un nuevo cuño de progenitores sobreprotectores que en la última década se han erigido en jueces de la educación primaria. Un papel desmesurado fruto del miedo e inacción de los otros actores de la educación: colegios y Ministerio.

Uno de 23
Cinco meses después de la detección de la enfermedad: ¿Cuantos españoles de entre 1 y 14 años han fallecido a causa de la gripe A? Uno (sobre 23). Motivo suficiente, faltaría más, para exigir la paralización de la educación primaria en España. Vacunas para todos y hasta cierre de las aulas si se tercia. "Con la seguridad de mi niño no se juega".

En los últimos días, decenas de apariciones televisivas de 'expertos' de bata blanca han echado un (¿desinteresado?) capotazo a Ministerio y consejerías, sofocado el fuego de los papás, solventando sus dudas de primaria. Pero ciudado, Trini, el material sigue siendo inflamable.