lunes, 1 de febrero de 2010

Mirarse al espejo

“He tenido que cambiar a mi niño a un colegio público porque hace dos meses que no cobro”... Me aburre ver en televisión las historias de familias que no llegan a fin de mes o que pierden la hipoteca al caer en paro. Muchas tienen verdaderos problemas, cierto. Otras, patalean porque ven frenado el tren de vida que lucieron en los tiempos de bonanza. La paja se mezcla con el trigo haciendo una bola enorme.
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Lo siento, debo parecer un insensible. Sus problemas me quedan muy lejanos. Tengo 26 años y demasiados compañeros de generación en paro, yo mismo no hace tanto tiempo. Son los jóvenes los que lideramos con creces la estadística de desempleo, pero de nosotros no hay reportajes melodramáticos. A las abuelas que ven la televisión de sobremesa las enternece más la historia de los padres que no tienen para alimentar al bebé. Aunque la hayan escuchado 20 veces. Aunque no sea estadísticamente representativa. No las juzgo por ello.
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Pero es en la juventud donde el mazo de la crisis golpea con mayor crudeza, rezan los números. A toda por igual: letrados y reponedores, charcuteros y doctores. Las carreras, los idiomas, los máster y los doctorados, los años de estudio, esfuerzo e ilusión se pierden en un saco de currículums cual cartas a los Reyes Magos. Todas con el mismo valor real, ninguno.
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La juventud no hace ruido, no asusta, no existe. No está afiliada a un sindicato que la represente ante el Gobierno en ninguna negociación. Y no lo está porque sencillamente no tiene trabajo, no cobra ni cotiza. Algunos son becarios con ventimuchos. Otros, temporales o externos, trabajan en subcontratas fantasma (un clásico de nuestro tiempo). Esos no engrosan las listas de los ERE; no los tienen que despedir porque directamente no están contratados.
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Es mucho más que una carrera laboral torcida. En el camino se pierden aspiraciones personales, de independencia, planes de vida. Un sentimiento de fracaso para con uno mismo y de decepción a ojos de los demás. Si lo entendiesen, no reirían la broma tipo Generación NiNi. Es una cuestión de falta de oportunidades. No trabaja porque no hay trabajo. Y no estudia porque ya no le queda nada por estudiar.
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Dos compañeros de generación de círculos diferentes me han comentado su intención de marcharse al extranjero a probar suerte. Ambos licenciados, con experiencia laboral y en paro. Viendo la evolución de la "crisis internacional", sospecho que tendrán éxito, y que detrás suyo partirán más.
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Quizá este sea el comienzo de una fuga de jóvenes al extranjero en búsqueda de oportunidades, quizá entonces se empiecen a ver reportajes en televisión sobre el paro juvenil. Probablemente no. La juventud es el resultado y el reflejo de una sociedad, pero es más fácil hacer burla que mirarse al espejo.

Lecturas recomendadas (Enric González).
- Trabajo. 17-9-09
- Camus. 23-11-09
- Pasividad. 21-10-09