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Los medios digitales españoles son rápidos, editorializan con los titulares de portada y cuidan el envoltorio visual. Son ricos en cantidad de información... pero muy pobres en calidad. Hay excepciones, claro. Están los blogs de Salaner y Santiago González, los reportajes de Fran Villalobos, las columnas de Santi Siguero o las charlas semanales con Enric González. Por poner algunos ejemplos. No cuento los contenidos volcados a cuentagotas de las versiones impresas que, por otra parte, tampoco son la panacea.
El precio de producción
Pero el 90% del flujo de información son teletipos homogéneos, rumores de barra de bar en confidenciales y crónicas de becarios hechas por la tele. Cuando hay 100 diarios online que ofrecen basicamente lo mismo, ¿quién querría pagar?
En la otra esquina del cuadrilátero está The Economist, con una línea editorial ponderada, temas relevantes y fuentes contrastadas. En The Economist leo reportajes que no encontraría en ningún otro medio del mundo. Es decir, periodismo.
Esa información de calidad tiene un precio de producción superior. El de mantener 21 delegaciones y decenas de corresponsalías a lo largo del mundo. Porque, en contra de lo que piensan los grupos editoriales españoles, el periodismo cuesta dinero. Exiguas plantillas de becarios y mileuristas conforman fábricas de teletipos. El perodismo es otra cosa.
¿Cómo sustentar el periodismo de calidad online?

La galopante crisis actual de publicidad condiciona la rentabilidad del periodismo digital gratuito. Hay menos demanda de publicidad y los precios de los espacios caen. Tampoco ayuda la justificada pérdida de fe hacia los formatos clásicos de la publicidad online (banner). Su efectividad es relativa. La publicidad digital necesita nuevos formatos para justificarse, para generar impactos de calidad que aprovechen su enorme tráfico y así reflotar las tarifas.
Por una mera cuestión de supervivencia, esa fórmula seguro llegará. Pero, mientras tanto, ¿qué? ¿Cómo capeamos la crisis? Con lectores emigrando a la gratuidad digital no alcanza para mantener 21 delegaciones.
Sin embargo, hay un gran pero a cobrar. Los anunciantes huirán de los medios digitales que pasen a ser de pago. Así que, lo que ganas por un lado lo pierdes por otro. Pero no en todos los casos. Dependerá de lo que ofrezcas.
Imagínese The Economist.com, que en 6 meses pasará a cobrar sus contenidos online. ¿Qué ofrece al anunciante? Pongamos, tirando por lo bajo, que se abonarán unos 50.000 lectores a lo largo y ancho del mundo. Cierto que son 20 veces menos que los actuales. Pero son 50.000 lectores fieles, de un elevado tiempo de estancia por visita (es lo que tiene el leer). Un target de clase económico-cultural alta, registrado y segmentado. Canela en rama para cualquier anunciante.
The Economist es una excepción, claro. Y es que, en estos tiempos, apostar por el periodismo de calidad es una excepción.
Posdata. Álvaro, no hay que cruzificar a ELPAÍS porque, en tiempos del cretácico online, provó fortuna con los contenidos de pago. De hecho, tanto han cambiado las tornas, que hoy es la única gran cabecera española con su versión impresa disponible gratis por internet. De lo que no pueden presumir, por ejemplo, El Mundo, Abc, La Vanguardia o Marca.