Hacía tiempo que no se veían. Ambas son mujeres independientes, rozan la treintena y tienen un buen trabajo. Se conocen desde el primer curso de carrera. Fueron amigas íntimas en los años de facultad, pero últimamente se ven poco. Ayer encontraron un rato para tomar café y ponerse al día. Las dos llegaron tarde, con prisas, aunque perfectamente arregladas. Se saludan efusivamente: “¿Qué tal todo? ¡Fenomenal!
Pasados tres minutos, suena un móvil. “Es del trabajo, tengo que contestar”, explica una con aires de importancia. En frente, su amiga, al ver que la llamada se alarga, no quiere ser menos y llama a su novio, con el que, en realidad, no tiene gran cosa de que hablar. Anoche chateó con él por mesenger hasta entrada la madrugada, a pesar de que habían pasado la tarde juntos.
Un mes después de la última vez que se vieron, las dos amigas están sentadas en una mesa hablando por sus respectivos teléfonos. Cuando el camarero se acerca por fin a tomar nota, ve el panorama y pasa de largo: “tanta tecnología... tanta estupidez”...
Igual que hay normas de cortesía para el trato bis a bis, que denotan madurez y educación, las hay también para el uso de la tecnología. Nuevos medios de comunicación dan a luz nuevos lenguajes: hábitos, en algunos casos, ridículos, infantiles o hipócritas adoptados también por los adultos.
SMS’s en fechas señaladas. Por cumpleaños, recibes una docena de mensajes industriales de gente a la que no ves hace tiempo. Son textos impersonales, que igual sirven para un suegro que para un amigo de infancia. No faltan los tópicos: “Espero que te regalen muchas cosas", "A ver cuando quedamos”; que delatan que el texto es una plantilla standard o que se tiene poco en común con el remitente. Hay a quien le hace ilusión coleccionarlos, contarlos una y otra vez, y pensar “cuanta gente me quiere”. No es que verdaderamente se acuerden de la fecha, sino que les sonó uno de los 200 avisos de cumpleaños que salpican la agenda de sus móviles. “Para cumplir”. En navidades es aún peor. Enlatan lo mejor de su romanticismo o de su humor verde en 150 caracteres, adjunto al sello “enviar a todos los contactos”. Los graciosos son chuscos o están muy vistos, y los románticos son especialmente ridículos: “espero que la luz de estas fechas entrañables ilumine vuestros corazones”.
Msn Nickname (nombre o alias para chatear).
1) Don Juan. A la vista de todos, publican con vocabulario grandilocuente su amor o desamor, su “alma atormentada”.
P. e.: “Nací en tu cabeza, viví en tu corazón, agonicé por tu cuerpo y moriré en tus labios” (juanrivera23@ ).
2) Encantado de conocerme. Se autoafirman aireando lo espléndido de su existencia. Están los viajeros: “Navidades increíbles en Málaga y Alicante. Gracias a todos, os quiero. Next stop: Miami” (joseluisbenalm@ ). O los acomplejados: “Ya tengo coche. Un Seat León 2.0, de 150 caballos”.
Fw: Emails en cadena. No son un fenómeno nuevo, pero siguen teniendo vigencia, sustentados en la credulidad de sus lectores. Hay presentaciones de Power Point con música cursi e imágenes de bebés y/o animalitos a los que se atribuye valor de oda a la amistad (“reenvíalo y pide un deseo”). Hay test de personalidad, inteligencia y sexualidad. Hay fotomontajes “cómicos” y advertencias catastrofistas (“firma para que msn no sea de pago”).
Sucedáneos. Feos, acomplejados, tímidos, amargados, reprimidos... han existido toda la vida de Dios. El anonimato de internet es una vía de escape, un regate a sus problemas de socialización. Pero los amores y amistades virtuales son sólo un parche que no da para sustituto del contacto real que, incluso los más creyentes internautas, en el fondo anhelan.
Fotodiversión. Hubo un tiempo en que una fotografía se concebía como el testimonio de una ocasión o acontecimiento novedoso. Cámaras digitales y móviles con cámara forman hoy parte del atuendo de la rutina de una noche de fiesta, junto a cartera, llaves y condones. En las noches tostón, la cámara deja de ser mera cronista para convertirse en el propio divertimento. Se disparan decenas, centenares de fotografías porque sí (es lo que tiene el que la memoria sea gratis). Al día siguiente se seleccionan unas cuantas con pose de baile intenso y se cuelgan del espacio msn. Cualquiera que lo visite pensará que fue una gran noche y que el sujeto goza de una boyante vida social. Este hábito se ha extendido especialmente sobre el colectivo Erasmus, prostituyendo su otrora desinteresada concepción del desparrame nocturno.
Si es importante, insistirán. Contestar el teléfono móvil en la mesa (p. e. en una comida familiar) o en el coche conduciendo son actos de descortesía e impertinencia. Cualquier llamada puede esperar. Se cuelga, y si se trata de algo urgente, seguro que volverán a llamar. Pero haciéndolo no parecerían ocupados e importantes. Es la versión moderna de los yupis que en los primeros 90 paseaban por la Castellana fingiendo hablar por teléfonos móviles de pega.
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