- "Voy a vestirme como un rico sin perder un ápice de mis orígenes populares".
- "El macarra chic jamás olvida su músculo proletario, porque es lo que le ha llevado a alcanzar la riqueza".
- "Exhibición de prendas y complementos de marca con logotipo remarcado. Cuanto más, mejor; porque el hombre multimarca implica un poder adquisitivo ilimitado".
La adaptación, más o menos literal, de dicho modelo a la realidad de las discotecas españolas consiste en:
Chanclas (vetadas en las discotecas hace solo un par de años...), bermudas-pirata a cuadros, pelo corto engominado en vertical, complementos contundentes (joyería, cinturón), camisetas ajustadas de color claro, y mucho, mucho trabajo de gimnasio. Preferentemente pectorales que, no olvidar, lucen mejor con el pecho afeitado, un potente bronceado y un escote generoso.
Vale que tras dedicar al gimnasio horas semanales en doble dígito a muchos se les queda barriga, culo-pollo o no aguantarían un sprint. Pero, ¿a quién le importa? A ellas no. En el fragor y la oscuridad de la discoteca son los pectorales los músculos que destacan, la ventaja competitiva.
¿Y ellas?
- Se llevan los pantalones supercortos y embutidos. Tipo jugadora de voley (...). Una prenda vulgar y, en todo caso, arriesgada, sólo al alcance de las elegidas.
- Un paseo por la costa mediterranea sirve también para constatar que las operaciones de pecho han llegado a la clase media española. Las tetas aumentadas ya no son exclusiva de la farándula. Cualquier choni de barrio o buscavidas de supermercado se permite un par. Los pechos no hacen distinción de clase. Nadie sabe si te las agrandó un matasanos o si aún estás pagando la hipoteca por el pezón izquierdo. Una inversión segura, un valor refugio en tiempos de crisis.
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